
No pocas veces he comentado que una historia de ficción que sea capaz de hacer tambalear los principios morales que tenemos, tiene de entrada grandes posibilidades de ser una buena obra de arte. Obviamente existen otros elementos que debe cumplir, pero, si de entrada, te motiva a estar a favor de un personaje que puede ser ladrón, mala persona o hasta un asesino, ya tiene algo de valor en la caracterización de sus personajes; y que estos estén bien trazados, hasta ese punto, es una forma muy directa a que el resto de la estructura ficcional cumpla su cometido. El ejemplo que suelo citar como modelo es Crimen y castigo, una novela monumental, donde Dostoievski nos presenta la historia de un asesino al cual, salvo que seas un total insensible, no podrás odiar; aunque repruebes su crimen. El truco, desde el punto de vista creativo, es simple. Desde el principio presentar a un personaje muy cercano al lector, haciéndolo aparecer […]