
La provincia de Salamanca, su industria textil y su vida cotidiana durante la posguerra y los cuarteles de San Pablo, Cadenas de San Gregorio o La Rubia en Valladolid, son, junto a los montes aragoneses o Barcelona, algunos de los escenarios de Tatuaje, la primera novela que publica el periodista vallisoletano Carlos Cuesta.
La novela narra una historia de amor que sobrevive a más de medio siglo a los rigores y desencuentros de la guerra civil española, al servicio militar obligatorio y a las dificultades de un pudor propio de otro tiempo.
«Este libro surge de una propuesta de la entonces delegada de la Asociación de Escritores Noveles, Felícitas Rebaque. Ella me puso en contacto con un salmantino auténtico, directo y noble, como ya quedan pocos. Me entregó sus diarios, un secreto tan íntimo que ni su esposa ni sus hijos conocían, y me dio carta blanca para escribir una historia novelada. Quería regalársela a la mujer de la que estuvo enamorado toda su vida y con la que no pudo llegar a casarse, y yo era, de alguna forma, una especie de cómplice», ha señalado el autor, que actualmente reside en Tours (Francia), en declaraciones a Europa Press.
Tatuaje (Editado por El Barco Ebrio) aborda los entresijos de un amor frustrado a consecuencia del servicio militar obligatorio de Humberto, nombre que esconde a un hombre de carne y hueso que viajó por todo el mundo en busca de los destinos más arriesgados con tal de olvidar la amargura de sus cartas no respondidas. El azar quiere que un joven músico, Mario, encuentre los diarios de Humberto de los que éste se ha deshecho para evitar que sus hijos descubran una verdad que podrían malinterpretar. A través de su lectura, se encuentran dos generaciones que entienden el amor, el honor, el pudor y la lealtad de formas bien distintas.
«Una de las cosas más interesantes de escribir este libro ha sido conocer en persona al personaje de una novela que yo estaba, lo creo así, destinado a escribir para él; regresar a través de él a un pasado difícil de comprender para los que no lo hemos vivido, lleno de ambigüedades; rescatar ese pasado del olvido, o reinventarlo, porque a veces su memoria no daba para más, yo tenía que inventarme sus recuerdos y él me decía: ‘Me gusta lo que escribes porque me recuerda a mi vida’», señala Cuesta.
«Humberto es un hombre difícil de definir incluso para aquellos que les gustan tanto las etiquetas. A mí me parece que es el fruto de su tiempo, y que aquellos que vivieron la posguerra son bastante más que el lado en el que quedaron después del 39», añade.
Posiblemente, considera el autor, las frases rotundas pero huecas en 140 caracteres de Twitter no tendrían lugar en las cartas largas, manuscritas y desgarradas que Humberto escribió durante años; y su historia parece que es imposible en esta sociedad donde todo pasa de moda incluso antes de aparecer. «La paciencia, la serenidad, la entereza de Humberto me parecen hoy cosa de ficción, cuando lo que en realidad es ficción son algunas de los pasajes de la vida de este hombre entrañable, caballeresco, orgulloso».
[ Tomado de Diario de Valladolid ]