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Edgar Allan Poe: Desde las tinieblas

Todas las macabras obsesiones que habitan en el alma humana

Daguerrotipo de Edgar Allan Poe (1848) tomado por W.S. Hartshorn

Un silencio deslizándose por el muro y un secreto escondido detrás de la puerta. En la oscuridad se engendran todas las bestias imaginarias y todos los miedos más íntimos e imperturbables. Como un reloj que pronto se detiene, como un pequeño y exacto mecanismo que se aquieta. Así, como un puzle incompleto o bien una leyenda sombría, un hombre que no se reconoce ni a sí mismo y un eterno resplandor que supone el surgimiento de todas las macabras obsesiones que habitan en el alma humana. Así era Edgar Allan Poe.

Ese fue su legado, un catálogo de historias que han hecho del miedo una fórmula para entretener y admirar. Porque, definitivamente, asustar no es para cualquiera. Hay que saber cómo hacerlo. Poe ha sido un precursor, un amante de todos esos silencios que aletean detrás del miedo y se complacen en su inminencia. Poe ha creado un sinfín de narraciones cuya forma y estilo lo colocan en un lado de la historia literaria imposible de eludir.

Poe trascendió el miedo, el horror detrás de las palabras, le dio a la literatura otra forma de disfrutarla, de descubrirla. Porque aquel niño que nació en Boston el 19 de enero de 1809, estaba destinado a imprimirle a la literatura un sello propio. Un sello sombrío, un sello capaz de soportar los avatares del tiempo y de la historia literaria. Poe es reconocido internacionalmente como uno de los maestros universales del short story (relato corto), además del artífice de los más grandes cuentos de terror. Poe supo entremezclar de manera profunda y convincente lo sobrenatural, con la ciencia ficción hasta con lo detectivesco.

Edgar Allan Poe era un lector nato, un ser contemplativo. Su infancia y su adolescencia alcanzaron para que Poe se inspirara con su entorno entre sureño y gótico –de acuerdo al lugar geográfico en donde le tocara vivir– y todo eso fue formando su identidad literaria. Las terribles desavenencias con su padrastro y las desoladas historias de amor que pronto forjaron –y deformaron- el carácter y el espíritu de Poe, lo condujeron por un camino del que ya no hubo retorno.

Capaz de transmitirnos el miedo de una forma brutal e inmediata, Poe reivindicaba su naturaleza. Un mismo espacio en donde se respiraba el miedo, un mismo espacio que fuera testigo de su retorcida naturaleza. Con notorios rasgos del romanticismo, Poe solventa su poder narrativo no sólo en la intensidad, sino en la maestría por crearnos esos ambientes atiborrados de maldad y fatalidad que simbolizan un tiempo y una forma.

Con relatos tales como, “La caída de la casa Usher” (1839), “Los crímenes de la calle Morgue” (1841), “El pozo y el péndulo” (1842) “La máscara de la muerte roja” (1842), “El corazón delator” (1843), “El gato negro” (1843), “El escarabajo de oro” (1843), “El demonio de la perversidad” (1845), se hizo célebremente universal. En su extensa bibliografía también se destacan poemas como “Annabel Lee”, “Las campanas”, “El valle de la inquietud”, “Un sueño dentro de un sueño”, “Lenore”, y por supuesto, “El cuervo”, su más emblemático poema. Poe, a lo largo de su carrera, sólo escribió una sola novela: “La narración de Arthur Gordon Pym” (1838).

Edgar Allan Poe, víctima de fuertes alucinaciones nerviosas –quizás consecuencia del claro alcoholismo que lo dominaba– fue perdiendo poco a poco su cordura. El delirio embargó su existencia prediciendo su muerte. Fallece el 7 de octubre de 1849. La avasallante, tétrica y abrumadora vida de Edgar Allan Poe deja un legado de misterio y calamidad que trasciende las páginas y la propia historia de quienes escriben las letras universales, ese terror que también vive en ellas.

Publicado originalmente en: Suite101