cosmogonía del agónico
Urbi et Orbi
el universo es un cuarto donde el reguero abunda
y no aparece el cincel que busco
para abrir una ventana, un ojo familiar.
el humo del cigarro quiere ser huidizo polvo
navegando sobre la luz, grácil puente.
ya se acumula mi rostro
en el desteñido espacio. tuve un amor
que ahora se ruboriza en el aire congelado
como una virgen de las postales de antes.
ha salido del caos; me alegro.
mi desorden me salva de la multitud
que se adentra en mi costado
y soy yo mismo en un cuarto de espejos paralelos.
mi desorden moviéndose sobre las aguas. tócame
con la firmeza con que una mujer bajo la lluvia y su sombrilla
hurgan en mi soledad. cerraré los ojos si me abrazas.
no apuestes por el sexo del universo
o por la vitalidad de sus pancartas,
muerte y meseta orgásmica
trazan idéntica curva ad infinitum.
el universo no es sencillo como un lienzo
agujereado al centro por una estocada de dalí.
en el universo son siempre las siete de la tarde,
hay una opacidad, un cansancio,
y un perro caza moscas –especie de solución–.
el universo cuatro paredes descascaradas, rincones
donde los insectos se multiplican.
quiero escapar.
ah lubricidad de la enfermera
en la hora deslizante del pinchazo.
si hubiese al menos una ventana
desde la que se viera un árbol.