El Decamerón. Giovanni Bocaccio (1313-1375)

La moral erótica es una modificación del amor sublime, en el cual el nivel estilístico está dirigido exclusivamente a lo real sensible. La teoría de que el amor es padre de todas las virtudes y de todos los rasgos nobles; que presta ánimo, conciencia de sí, aptitud para el sacrificio; que forma la inteligencia y las maneras, es herencia de la cultura cortesana y del “estilo nuevo” que aquí se presenta como moral  práctica, válida para todas las clases sociales y la amada ya no es la señora inabordable o la encarnación del pensamiento divino, sino el objeto de atracción erótica.

Hasta se consigue, aunque no con gran coherencia, una especie de casuística amorosa en el sentido de que: contra el tercero, o sea contra el celoso, los padres o cualquier otra fuerza enemiga del amor, está permitida cualquier astucia o cualquier engaño, pero nunca entre los amantes.

Vuelve a sumergir el realismo en el estilo, sin problematismo ni tragedia como en la antigüedad clásica y al igual que ella, establece lo erótico que ahora lleva en sí un germen de problema o conflicto, punto práctico para el movimiento contra la cultura cristiana-medieval que recién ahora empieza a marchar. Pero, por el momento, la erótica carece de fuerza propia suficiente para plasmar trágica o problemáticamente la realidad.

Bocaccio renunció a la unidad del conjunto para poder representar la múltiple realidad de la vida de su tiempo: escribió un libro de cuentos en el que muchas cosas se suceden unas a otras, ligadas entre sí por la finalidad común del entretenimiento. Se abandonan por completo los problemas políticos, sociales e históricos, en los que Dante había penetrado perfectamente y se muestra una realidad más trivial y corriente.

El marco narrativo de El Decamerón es el de la estancia de diez jóvenes florentinos en una casa de campo, durante dos semanas, para huir de la peste que asola su ciudad. Para pasar el tiempo, una de las jóvenes propone que cada uno cuente un cuento cada día, sobre un tema determinado, para entretenerse. Los cien cuentos que son relatados a lo largo del libro, proceden de distintas fuentes y tienen una gran diversidad de temas y estilo: humorísticos, amorosos, eróticos, satíricos, exóticos, tristes, etc.

El primer cuento de la primera jornada, relata la historia del vicioso y trapacero notario: seor Ciappelletto, que enferma de muerte en el extranjero, en la casa de dos usureros florentinos. Sus huéspedes, que conocen su mala vida, temen por sí mismos dañosas consecuencias en el caso de que aquel fallezca en su casa sin confesión y sin absolución. Por otra parte, están seguros de que esta última no le será concedida si confiesa todos sus pecados como es debido.

A fin de tranquilizar a sus huéspedes, el anciano enfermo de muerte, engaña a un ingenuo confesor con una confesión ficticia y ridículamente beata en la que se muestra con virtudes, virginal, casi sin pecado y plagado de exagerados escrúpulos. De esta forma, no sólo alcanza la absolución, sino que después de su muerte y por declaración del confesor, es venerado como santo.

La burla de la confesión ante la muerte que, como se supone, sólo es imaginable en una mentalidad fundamentalmente anticristiana en el que la comete o en un escritor que toma decidido partido ante el problema, sirve, en este caso, a la elaboración de dos únicas escenas: la grotesca confesión y el solemne entierro del supuesto santo.

En las historias amorosas de Bocaccio, trágicas o nobles, que en su mayor parte están entre los cuentos del cuarto día, predomina lo aventurero y sentimental, por lo que la aventura ya no es como en la épica cortesana una puesta a prueba personal y necesaria de los elegidos, sino que ahora se trata de lo efectivamente casual, inesperado, en el cambio rápido y brusco de los sucesos.

Bocaccio dedicó buena parte de su texto a describir el complicado procedimiento aventurero que los amantes deben emplear, a fin de poder estar juntos sin ser molestados. Su realismo libre, rico  y de dominio de los sucesos, perfectamente natural dentro de los límites del estilo medio, se vuelve a veces superficial en cuanto roza la problemática y la tragedia.

En “Fray Alberto”, segundo cuento de la cuarta jornada, se nos habla de un señor cuya vida licenciosa le había otorgado un pasar tan insostenible que optó por dejar su ciudad natal. Se dirigió a Venecia donde se hizo hermano franciscano y sacerdote, poniéndose como nombre: fray Alberto. Se las arregla de tal modo que, a través de penitencias, fue considerado hombre grato a Dios y digno de confianza. Un día contó a una de sus penitentes (mujer particularmente estúpida y engreída, esposa de un comerciante que estaba ausente por viaje) que el ángel Gabriel se había enamorado de su belleza y deseaba visitarla durante la noche. Obviamente, es él quien la visita como el ángel y de esa forma ambos tienen relaciones durante algún tiempo. Pero una noche, el marido se entera de lo ocurrido y adivina quien es el impostor. Se las ingenia para sacarle a fray Alberto una gran suma de dinero y luego lo traiciona de una forma tan repugnante, que el sacerdote se convierte en el centro de una escena pública de cuyas consecuencias morales no vuelve a reponerse nunca.