Gracias a su experiencia como docente, Calles pudo conocer las deficiencias del sistema educativo del período porfirista, que sumadas a las consecuencias propias de los tiempos de guerra –orfandad, indigencia, corrupción– nos ayudan a entender su atención y el desempeño que puso en este rubro. Fue en este contexto de desazón en el que Elías Calles y su compañero de armas, el coronel José Cruz Gálvez, pactaron para fundar una escuela que albergaría a los huérfanos de la Revolución.
En septiembre de 1915 cayó muerto el coronel Cruz Gálvez, por lo que el general Calles decretó en diciembre de ese año la erección de un hospicio y escuela de artes y oficios que alojaría a los hijos de los militares muertos en campaña, sin importar el bando político al cual estos últimos pertenecieron en vida. La escuela estaba pensada para alojar a niños y niñas, los cuales recibirían la educación básica y la enseñanza de diversos oficios bajo régimen militar (Padilla, 2005b).
Se puede decir que la formación del internado se logró en varias etapas, de las cuales la primera se dedicó a equipar y acondicionar los talleres. En 1917 el gobierno de Plutarco Elías Calles prácticamente tuvo que hacer circo, maroma y teatro para conseguir fondos con qué sufragar la construcción de un nuevo edificio; y fue a través de funciones de teatro, quermeses, fiestas públicas y la aportación de la sociedad sonorense en dinero o material de construcción que se pudo costear la magna obra.
Dos años más tarde, el entonces gobernador de Sonora, Adolfo de la Huerta, se dio el gusto de inaugurar el nuevo plantel, mismo que contaba con panadería, enfermería y cocina, así como talleres de fotografía, calzado, talabartería y artes gráficas. La nueva escuela tenía la capacidad de impartir oficios como zapatería, comercio, tapicería, encuadernación, tenería, costura y plomería, entre muchos otros.
Así, el internado Coronel J. Cruz Gálvez fue el primero de un buen número de orfanatos que el general Calles instauró durante su administración presidencial y, años después, el general Lázaro Cárdenas. Con el tiempo, esta escuela siguió desempeñando (y aún lo hace) la labor social por la que fue creada, dando educación y albergue a niños de escasos recursos; de ahí la doble justificación para la defensa y protección del inmueble.
La Revolución Mexicana, estallada iniciada en 1910, sumió al país en una vorágine de sangre, muerte y traiciones políticas de las que el estado de Sonora no escapó. A raíz de la ascensión de Francisco I. Madero en 1911 a la presidencia de la República, el país entró en un breve receso de paz. En realidad, fuerzas reaccionarias que añoraban el retorno del pasado y envejecido régimen, realizaban maniobras políticas para lograr la destitución del coahuilense.
En febrero de 1913, en el triste episodio conocido como la Decena Trágica[abbr title=”Toma de la Ciudadela en la Ciudad de México, captura del presidente Francisco I. Madero, su hermano Gustavo, y el vicepresidente José Ma. Pino Suárez.”][1][/abbr], el general porfirista Victoriano Huerta, el cual había quedado a la cabeza del ejército, dio violento golpe de estado logrando la captura y asesinato del presidente Madero y el vicepresidente José María Pino Suárez, usurpando él mismo el poder. Fue en este momento de la Historia donde desplegó la figura de Plutarco Elías Calles, que se desempeñaba como comisario de policía del pueblo de Agua Prieta.
El movimiento antirreeleccionista de Madero ya había tenido eco en el magisterio sonorense, especialmente entre los maestros de primaria. El historiador Ricardo Aragón resume así el papel desempeñado por los docentes en la agitación política, retomando unas palabras del profesor Esteban Baca Calderón, pronunciadas el 5 de mayo de 1906, en vísperas de la famosa Huelga de Cananea: “Desde la tribuna escolar dieron a conocer los derechos del hombre a ser libre; por medio de la prensa, difundieron sus ideas y organizaron ‘Juntas Patrióticas desde donde pronunciaron incendiarios discursos patrios’” (Aragón; 1992: pag.27). Igualmente, muchos estudiantes dejaron su pupitre escolar para “…incorporarse como soldados de los ejércitos constitucionalistas”, respondiendo al “llamado de la Patria” y contribuyendo a la “causa libertaria” (Aragón; 1993: pag.23).
Un año antes del movimiento contrarrevolucionario, en 1912, Calles había prestado sus servicios militares durante el levantamiento del chihuahuense Pascual Orozco, que afectó al estado de Sonora. Después del golpe de estado de Huerta, el guaymense y otros jefes sonorenses como Ignacio L. Pesqueira –que en ese entonces ocupaba el cargo de gobernador interino–, desconocieron al gobierno usurpador. El comisario de Agua Prieta organizó militarmente una fuerza de voluntarios y a partir de este momento dio inicio su importante carrera militar y política (Aguilar; 1986: pag.282).