Amarar / Desamarrar

2,10

Érase una vez un tiempo sin esperanzas. Un lugar donde sólo la poesía abría caminos en el monte. Un territorio donde el futuro es el perpetuo instante de un presente que no termina.

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Descripción

Dos vidas, Maud y Tamiz, que se encuentran más allá del tiempo, más allá de la geografía, más allá de la realidad o la fantasía, para compartir algo que se vive sólo en las grandes historias. Como dos mundos que colapsan como una fatalidad y se mantienen unidos por lazos que van más allá del simple azar.

Todos tenemos, como Maud y Tamiz, nuestros fantasmas, nuestros eternos conflictos que nos impiden soltar las libertades que nos hacen más felices; pero a la vez esos mismos fantasmas, bien sometidos, nos ayudan a vivir.

Estoy insensible, vivo como una larva...

El tecleo provoca mala impresión en mi padre, con su mirada triste e impotente, la misma de mi infancia esquelética, e inacabada por la falta de vitaminas. Sus ojos pequeños y oscuros en mis hermanos sin dientes. Mi padre es como un centinela que tiene miedo a que me arriben contrariedades, y que no sabe cómo evitarme el peligro. No duermo en espera de mi ángel. Estoy a punto de abandonar. Quizás nadie pueda con mi carga. Arrastrándome de esquina a esquina palidezco, aniñada. Temo al destino, a la calle, a que los ojos de los pasantes me distraigan de mi absoluta espera. Así esperé a mi madre cuando escapó con su amante, y regresó seis años después para borrarse como mujer junto al despótico monaguillo infiel que es mi padre. Sin respirar; sin moverme para ser amada por mi madre. Mamá regresó a casa, cuando el amante, cruel en el arrepentimiento, le dijo: “no te quiero, jamás te quise, estaba...
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