Descripción
Dos vidas, Maud y Tamiz, que se encuentran más allá del tiempo, más allá de la geografía, más allá de la realidad o la fantasía, para compartir algo que se vive sólo en las grandes historias. Como dos mundos que colapsan como una fatalidad y se mantienen unidos por lazos que van más allá del simple azar.
Todos tenemos, como Maud y Tamiz, nuestros fantasmas, nuestros eternos conflictos que nos impiden soltar las libertades que nos hacen más felices; pero a la vez esos mismos fantasmas, bien sometidos, nos ayudan a vivir.
Estoy insensible, vivo como una larva...
El tecleo provoca mala impresión en mi padre, con su mirada triste e impotente, la misma de mi infancia esquelética, e inacabada por la falta de vitaminas. Sus ojos pequeños y oscuros en mis hermanos sin dientes. Mi padre es como un centinela que tiene miedo a que me arriben contrariedades, y que no sabe cómo evitarme el peligro. No duermo en espera de mi ángel. Estoy a punto de abandonar. Quizás nadie pueda con mi carga. Arrastrándome de esquina a esquina palidezco, aniñada. Temo al destino, a la calle, a que los ojos de los pasantes me distraigan de mi absoluta espera. Así esperé a mi madre cuando escapó con su amante, y regresó seis años después para borrarse como mujer junto al despótico monaguillo infiel que es mi padre. Sin respirar; sin moverme para ser amada por mi madre. Mamá regresó a casa, cuando el amante, cruel en el arrepentimiento, le dijo: “no te quiero, jamás te quise, estaba...
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