Aterrizaje

1,40

Se cuenta que cuando Diógenes llegó a Atenas y quiso ser discípulo de Antístenes, fundador de la escuela cínica, este le rechazó firmemente. Fue tal la insistencia de Diógenes, que, fastidiado, Antístenes incluso le amenazó con su cayado; “no hay un bastón lo bastante duro para que me aparte de ti, mientras piense que tengas algo que decir”, respondía el apaleado y sin dudas histriónico Diógenes.

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Descripción

No creo, lector, que te apartes fácilmente de este libro, escrito desde Cuba, cargado de profundas y a veces dolorosas meditaciones, que se acerca al arte desde la filosofía (o a la filosofía desde el arte) para descubrirnos al cinismo como virtud casi obligada, como triquiñuela, escapatoria, simulacro. Páginas que se leen con placer, llenas de descubrimientos y de confirmaciones.

Cualquiera podría situar a Diógenes en la molicie de un banco habanero, a las once de la mañana, en la clásica anécdota que se nos recuerda al inicio de este libro, la de su encuentro con el poderoso conquistador macedonio. “Soy Alejandro, pídeme lo que quieras”. “Que te apartes y me dejes tomar el sol”, respondió el filósofo como si tal cosa.

Este encuentro es el marco que recoge todos los estímulos de esta escritura y todas las implicaciones de su desarrollo. Este descaro (más o menos suicida según las épocas o circunstancias) conque el pensamiento se permite desnudarse ante el poder; más una actuación que una actitud, casi un acto, un artificio al que la autora llama por su nombre llano: cinismo.

El Imperio contraataca

En el otro polo está el hecho de que bien podemos pensar que no existen lectores humildes, sino leyentes prejuiciados. Un lector prejuiciado es a la larga un lector retorcido, un suspicaz sin fundamento. Un homeless a nivel de teoría y pensamiento. Y en su aparente precariedad y mansedumbre se agazapan el estorbo y el hacer daño. Traté. Dios sabe que traté, pero decididamente este no es un libro para estorbantes. Entonces, que salga el sol por donde salga.[abbr title="Una de las obras que más llamó mi atención durante la X Bienal de La Habana, fue Que salga el sol por donde salga, instalación de Orestes Hernández en la Galería 23 y 12. Consistía en una rama de palma emplazada en el suelo y una jicotea viva que siempre estaba debajo de aquella y con su cabeza oculta. Me pareció una genial muestra del cinismo insular. Pero al mismo tiempo, esa frase puede remitir a otra muy conocida: la suerte...
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