Descripción
Pero lo que verdaderamente importa aquí es la visión del amante más que el cuidado en el conocimiento o la precisión de las cifras, importa la vehemencia con que el autor se entrega a lo propio compartido, a su esencia andaluza y cordobesa.
“Es el canto del carpintero, el albañil, el botero, el zapatero (cito al bardo neoyorquino, probablemente el mayor acompañante que este orfeón tendrá jamás); el canto entre cortijos, en la besana, en la vendimia; el canto, recogido en un botijo, de aquello que nos construye, nos levanta, y nos impulsa adelante; el canto primigenio al barro y su influjo.” (Ernesto Ortiz)
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Confesiones y yerros
Confieso, y creo no errar en mi confesión, que buena parte de mis éxitos mercantiles los debo a mi pueblo cordobés, que me dio ese espíritu inconformista, esa voluntad de llegar. Pero de llegar el primero, porque aunque luego en mi lucha (y poniendo en ello mi más denodado empeño y el mayor esfuerzo) fuese superado por algún otro, quizá para que sacase consecuencias aleccionadoras y volviese a empezar, siempre vale la pena proponerse la inquietud y espíritu de competición necesarios para la superación de los objetivos y para la mejora de las conductas. Solo con ese espíritu, que debes marcarte en la vida, podrás llegar a alguna de las metas que te propusiste. Pero para ello debemos poseer agallas, voluntad, coraje, arrestos y sangre, y esto lo suele dar la genética que heredamos de la familia y de los pueblos. Y reitero que ese espíritu que me asiste hasta en los sueños lo heredé de mi pueblo, ese Montalbán...
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