Descripción
Una historia dura, cargada de dolor, con una prosa directa, donde el lenguaje popular se mezcla con el culto en una narración sugerente para contarnos hechos que siendo ficción, parecen la vida misma de un sitio imposible de este mundo.
A pesar de todo existe esperanza:
“El cotidiano dolor de cabeza en el aire opaco me perturba, pero debo perseverar.”
Maldito el padre
Saqué la mirada al exterior. Ni la lluvia, ni la insistencia de la doctora, ¿edad?, pudieron evitar que la certeza golpeara mis testículos, arrugados por el dolor. La vida comenzaba a golpear –¿por qué no lo comprendí antes?– y en los últimos tiempos mi enteca verguita guardaba para sí restos de orine que se encargaba de soltar en el calzoncillo para dejar máculas amarillentas que, en más de una ocasión, fueron la causa de discusiones con mi mujer. No había reparado en que una avalancha de años me caía encima, hasta que la doctora preguntó, ¿edad? Yo parecía diluido por la lluvia del exterior, los manotazos de viento y la vaharada de calor que desprendía la descomposición de los goterones al estrellarse contra la calle y los tejados, que parecían crujir con el peso que les dejaba caer Dios. Nunca antes había sentido tanta soledad espiritual. Una sacudida de abandono lanzó mi maltrecha anatomía contra la banqueta. –Cincuenta –la cifra...
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