Descripción
Nos encontramos frente a la narración en primera persona de un hombre subterráneo que vive en una pocilga, que nos habla desde una ratonera. Es un solitario en este mundo. Más aún, se considera a sí mismo un hombre de intelecto superior, quien ha roto las ataduras con lo mundano y los intereses viles de los hombres. Y él mismo se ha transformado en lo más vil y bajo, alejándose del mundo entero; “Estoy solo y ellos están todos juntos” dice el narrador. Él, en este rechazo intelectual no sólo de las leyes sociales, físicas y morales, considera que se ha convertido en un hombre excepcional, un hombre de inacción –por cuanto la acción sería propia de estos hombres que se han acomodado al acompasado movimiento de la sociedad–, un hombre en el que reina el caos. El hombre subterráneo, el hombre en la ratonera, es aquel que ha visto todo lo anterior y lo ha rechazado, quedándose solamente con este mentado caos.
Al otro lado del tabique empezó a roncar un reloj...
Volví en mí rápidamente. Me acordé de todo inmediatamente, sin esfuerzo, como si mis recuerdos estuvieran esperando mi despertar para precipitarse sobre mí. Por otra parte, incluso cuando estaba aletargado, persistía en mi cerebro una especie de idea fija de la que no podía librarme y alrededor de la cual giraban pesadamente mis pensamientos. Pero me ocurrió algo extraño: al despertar, todo lo que me había sucedido aquel día me pareció que había pasado hacía mucho tiempo, que había vivido aquellos hechos años atrás. Tenía la cabeza pesada. Me parecía que algo giraba sobre ella, rozándola. Esto me inquietaba y me excitaba. La angustia y la cólera hervían de nuevo en mi interior y buscaban una salida. De pronto vi a mi lado dos ojos muy abiertos que me miraban fijamente, con obstinada curiosidad. Aquella mirada era glacial, sombría, indiferente; parecía proceder de muy lejos y producía una impresión en extremo desagradable. Una idea oscura surgió en mi espíritu y...
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