Descripción
Recuerda, cuerpo… ese amor a la vida poseído en forma de memoria responde en Kavafis a una mística sólo expresada a medias. Y, sin duda, el problema del recuerdo estuvo -por decirlo así- «flotando en el aire» durante el primer cuarto del siglo XX; los más grandes talentos en las cuatro puntas de Europa, se afanaron por multiplicar sus ecuaciones: Proust y Pirandello, y Rìlke (el de las Elegías de Duino, y más aún el de Malte Laurids Brigge: «Para escribir buenos poemas, hay que tener buenos recuerdos… Y hay que olvidarlos… Y hay que tener la gran paciencia de esperar a que vuelvan»), así como el mismo Gide que adopta en El inmoralista la solución extrema del instante y del olvido.
A esas memorias subconscientes o quintaesenciadas, deseadas o involuntarias, este griego opone otra, nacida, al parecer, de las mitologías de su País, una Memoria-Imagen, una Memoria-Idea casi parmenidiana, centro incorruptible de su universo de carne. En el punto en que nos encontramos, puede decirse que todos los poemas de Cavafis son poemas históricos, y la emoción que recrea un rostro joven vislumbrado en la esquina de una calle, no difiere en nada de la que suscita a Cesarión fuera de una colección de inscripciones de la época de los Ptolomeos. / Marguerite Yourcenar