El escritor Rafael Vilches Proenza (Vado del Yeso, 1965) es licenciado en Educación Artística en Artes Plásticas. Egresado del Centro de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso. Premio Nacional de Poesía Manuel Navarro Luna, 2004 (El único hombre, Ediciones Orto, 2005.) y 2010 (País de fondo, Ediciones Orto, 2011). Premio Nacional de Poesía de la Ciudad de Holguín, 2005 (Trazado en el polvo, Ediciones Holguín, 2006.). Premio Nacional de Poesía, La Enorme Hoguera, 2006 (A ambos lados la sombra, inédito). Mención Nósside Caribe, 2005. Mención Premio Poesía UNEAC Julián del Casal, 2007. Premio Nacional de Poesía, Centenario de Emilio Ballagas, UNEAC, 2008 (Tiro de gracia, Ediciones Holguín, 2010). Otros libros: Ángeles desamparados, novela, Ediciones Bayamo, 2001, El Barco Ebrio, España, 2012. Dura silueta, La Luna, poesía, Ediciones Bayamo, 2003. Lunaciones, LetrAbierta, La Habana, 2012. Textos suyos se han publicado en España, Italia, Nueva Zelanda, Alemania, Puerto Rico, México, Honduras, Brasil, Chile, Canadá, Argentina, EEUU y Cuba.
Juan Carlos Romero. ¿En qué momento decidió que quería escribir?
Rafael Vilches. Siempre he sido un soñador. De pequeño, mi tía Ermila Proenza Socarrás, hermana de mi madre, me leía libros. Fue la primera y la única que me leyó libros. Mi madre me contaba historias, como si fueran cuentos escandinavos. Ella no lo sabía. Creo que aún no lo sabe. Mi padre, nos hacía reír con sus cuentos. Él viene de una familia con una vis cómica extraordinaria. Sus hermanos y hermanas, sus sobrinos y sobrinas, tienen una facilidad para hacer cuentos y chistes, como para que cualquiera que los escuche se desternille de la risa. Mi abuelo materno Erade Proenza Almaguer y mi tío Ismael Proenza Socarrás, improvisaban décimas, yo los escuchaba todo el santo día mientras trabajaban. Sé que lo hacían inconscientemente. Es ahora que me percato de ello. Mi abuela Liduvina Socarrás Gómez, también es una gran contadora de historias. Con casi 90 años, rememora su pasado como si fuera un cuento antiguo, al igual que mi tío Reinerio Proenza Almaguer, él es el historiador de la familia.
Consciente o no, comencé a escribir poesía hacia finales de la década del 70. Estudiaba para hacerme técnico medio en Riego y Drenaje, en el Instituto Politécnico de Agronomía de mi pueblo. Jamás reparé en las cosas que te he dicho antes, pero sin dudas fueron preparando el camino. Un día dos amigos del aula, que escribían poesía, Gerardo y Alexis, ambos de Niquero, me dijeron que una bibliotecaria estaba conformando un taller literario. No sabía qué era un taller literario, pero me fui a la biblioteca y hablé con la bibliotecaria. No me admitió. Yo escribía poesía de amor. Para ella la poesía tenía que tener un compromiso social. Identificarse con la patria. Con el tiempo que se estaba viviendo. Por suerte ya había llegado a mi vida Marquiza Lago Pompa. La persona que guió mis primeras lecturas. Me puso en las manos los libros de los escritores rusos, ingleses, franceses, norteamericanos y cubanos. Me mostró el camino. Luego llegaron Carlos Galindo Lena, Antonio Borrego, Nerio Rodríguez, Zoelia Frómeta, Julio Sánchez Chang. Comencé a escribir sin saber en el lio que me estaba metiendo, sin saber que existían los escritores. Un buen día comencé a escribir y ya no paré más. Por ahí más o menos están mis inicios como escritor.
JCR. ¿Qué le aporta la escritura y la literatura, piensas que vale todo en la literatura?
RV. La escritura y la literatura me aportan libertad. La libertad que la vida diaria y ordinaria no me aporta, la que no existe, la que no he encontrado en otro sitio. Me hace entrar en otros mundos. Salir de la isla. Cosa que en la realidad jamás ha sucedido. Sí, en la literatura se vale todo. Con esas libertades el escritor debe ser honesto. Y es lo que trato de hacer. Por eso he publicado solo una novela, ningún libro de cuentos, cinco libros de poesía, y una selección de mis poemas.
JCR. ¿Qué es necesario para que una novela interese a los lectores?
RV. Soy de los que cree que una buena novela debe narrar. Contar una historia. No importa lo experimental que sea. Debe divertir. Me gustan las novelas que son opera prima. Todavía en ellas está la inocencia del escritor. No hay mañas ni tecnicismos ni recursos literarios sofisticados, como La ciudad y los perros de Mario Vargas Llosa, Tres tristes tigres de Guillermo Cabrera Infante, Matarile de Guillermo Vidal, Lo peor de Ray Lorigas, María toda de Lourdes González, Cañón de retrocarga de Alejandro Álvarez, No se lo digas a nadie de Jaime Baily. Es bueno tener una buena historia, saber contarla y no engañar al lector.
JCR. ¿Cuáles son sus géneros favoritos en la lectura, sus autores y quiénes le han influido más?
RV. Cuando escribo poesía, escribo donde nace el verso. Con la novela no tengo método alguno. A veces surge una historia que creí era un cuento y comienzo a escribir. Escribí Ángeles desamparados de un cuento que Guillermo Vidal me dijo era el argumento de una novela. Cuando tengo la novela terminada la reescribo y la vuelvo a reescribir. Quizás sea por eso que después de Ángeles desamparados 2002, Ediciones Bayamo, Editorial El Barco Ebrio, España, 2012, no he vuelto a entregar otra novela a ninguna editorial. A pesar de estar hace años trabajando en tres proyectos. Mi método es escribir cuando puedo. Ahora mismo estoy enganchado con una, pero escribo cuando tengo tiempo.
JCR. ¿Si pudiese ser un libro, cuál sería?
RV. Es una pregunta difícil. Sé que se me han quedado libros por leer. Te juro que ahora quisiera ser muchos libros. Esa promiscuidad me da placer. Saber que alguien escribió sabe Dios cómo, un libro el cual quisiera ser ahora, es algo raro y maravilloso al mismo tiempo. El vino del estío, de Ray Bradbury.
JCR. ¿En qué proyecto se encuentra inmerso en estos momentos?
RV. Ahora mismo estoy revisando y reescribiendo una novela. El titulo me lo regaló un buen día, ese buenazo que es mi amigo, el escritor Ronel González. Y en tres libros de poesía que tengo terminados algún tiempo y les sigo pasando la vista hasta que aparezca la editorial.
JCR. ¿Se escribe por placer o también por dinero y reconocimiento?
RV. Primero está el placer. Escribo por placer y necesidad espiritual y por compromiso, jamás pienso en el dinero cuando escribo. Escribir es como entrar en mundos paralelos. Ese placer me lo da la novela. La poesía es casi siempre desde el dolor y hacia el dolor. Si lo que escribo alguna vez me da dinero, bienvenido sea.
JCR. ¿Dominas los recursos de estilo, las figuras literarias o escribes con estilo propio y sigues experimentando y aprendiendo?
RV. No sé si domino algo y no creo que me importe mucho. No sé si lo hago bien. En Cuba la crítica no existe. Los críticos generalmente escriben sobre las obras de las vacas sagradas. Son los amigos los que reparan en los libros de uno: Amir Valle, Manuel Navea, Carlos Manuel Pérez, Michael Hernández, Carlos Esquivel, Omar Parada, Manuel García Verdecia, Luis Yuseff, Irela Cazañas, Eliecer Almaguer, Osmán Avilés, José Alberto Velázquez, Ángel Larramendi, Enmanuel Castells, Zulema Gutiérrez, Rubén Ricardo, Reynaldo Lastre, Juventina Soler, Amarilis Terga, Luis Pérez de Castro, ellos se han aproximado como críticos a lo que he publicado. Fui alumno fundador del Centro de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso junto a otros amigos. Un sueño del Chino Eduardo Heras León, al lado de Ivonne Galeano, ese ángel. Ahí no nos enseñaron a escribir. Sí a conocer los recursos y herramientas con las que debe trabajar el escritor. Las técnicas se deben asimilar y luego no volver a pensar en ellas.
JCR. Se habla que los escritores deben cuidar y ofrecer obras depuradas utilizando recursos narrativos, ¿encuentras bien que lo que se cuenta se limite a contar como se cuenta en la sobremesa?
RV. Si vas a contar como si estuvieras en la sobremesa, debes lograr que el lector no se percate de ello. Tienes que saber narrar. Lograr subyugarlo con tu verdad. Convencerlo de que esa es la única verdad. De que eres Sherezada. Me acabo de leer una novela que parece estar escrita con la mayor sencillez del mundo, y está escrita con esa sencillez, El otro Gómez, del escritor argentino Diego Paszkowski. Es una novela sin trucos. Sencillamente genial.
JCR. ¿Regalas libros en alguna ocasión?
RV. Aunque hace poco me ha dicho en una entrevista el poeta cubano José Kozer que los libros no se regalan, salvo en contadas ocasiones, yo sigo comprando y regalando mis libros. Generalmente no están en las librerías, y los tengo que comprar en los almacenes. Siempre que conozco a alguien o me encuentro con un amigo, lo que tengo para obsequiar, es mi amor y mis libros. Claro, pienso como José Kozer, que los libros no se regalan. Me ha dicho otro amigo: los libros de uno no se regalan porque entonces nadie te lee.
JCR. ¿Crees que la literatura cubana está de moda y que el escritor, en tanto figura pública, tiene responsabilidad social?
RV. No sé si la literatura cubana está de moda. No tengo internet para estar al tanto de ello. Sé que hay escritores cubanos como Leonardo Padura, Abilio Estévez, José Kozer, Pedro Juan Gutiérrez, Amir Valle, Zoe Valdés, Reynaldo Cañizares, Lorenzo Lunar, Rebeca Murga, Karla Suárez, Ena Lucía Portela, Andrés Casanova, José Miguel Sánchez (Yoss) y otros, que publican en editoriales importantes fuera de Cuba. Han logrado ubicarse en un circuito que otros no hemos podido. Pero no creo que sea porque lo cubano esté de moda si no porque son buenos escritores y por eso lo han logrado. No creo en las modas. Las modas como todo, pasan y hasta se olvidan. Hay muy buena literatura escrita por cubanos, como por chinos, africanos, hebreos, etc. Claro que el escritor tiene responsabilidad social. Pero no siempre la asume. Hay mucho miedo. Mucho resquemor, y la mayoría de los escritores están en su burbuja. Hay mucha miseria humana. Pánico.
JCR. ¿Cómo te ha cambiado el mundo de la tecnología y el e-book?
RV. Para mí la tecnología sigue siendo distante. Desconocida. Prohibida. ¿Qué es un e-book? ¿Acaso un libro electrónico? Perdona mi desconocimiento pero vivo en Cuba. Sería muy bueno poder contar con la tecnología de punta. Pero existen los imposibles.
JCR. ¿Sentías que habías nacido con vocación literaria? ¿Cuáles son tus verdaderos orígenes en ese sentido?
RV. La vocación a veces es un cuento de caminos. No piensas en ello cuando comienzas a hacer algo que verdaderamente te gusta. Muchas veces la edad no te permite percatarte de ello. Donde nací no había ningún escritor, y creo que nadie conocía a un escritor. En mi casa no habían libros, solo unos paquetes de revistas El militante comunista que las había llevado un tío y de ahí solo me interesaba leer una página sobre religión y otra sobre mártires. Por suerte en la casa de mi abuela existían algunos libros, aún conservo de esa pequeña biblioteca la primera edición de Flor de leyendas de Miguel Alejandro Casonas con un prologo de Erminio Almendros, con unas ilustraciones hermosas. Un día comienzas a escribir y ahí mismo te cambió la vida para siempre.
JCR. ¿Lamentas que tu vida literaria no se hubiera desarrollado en otro medio más propicio?
RV. A estas alturas de la vida no creo que sea bueno estarse lamentando. No soy masoquista. Me alegra tener la familia y los amigos que tengo. Creo que la infancia fue bella porque todavía la recuerdo con inocencia. Porque cuando acudo a esa memoria recobrada encuentro agua para lo que escribo. Pero si te dijera que estoy conforme con la vida que he vivido no me lo perdonaría. Aún espero una vida y un sitio mejor para todos.
JCR. ¿Crees que la literatura cubana a veces tiene serios altibajos?
RV. La literatura cubana, como todas las literaturas, tiene sus altas y sus bajas. Pero no creo que los altibajos en Cuba no es de la literatura y sí de los escritores.
JCR. ¿Qué libros han cambiado tu vida?
Sé que no te los voy a poner todos: Flor de leyenda, Platero y yo, El vino del estío, La tierrita de Dios, El guardián en el trigal, Los detectives salvajes, 2666, Mientras agonizo, Tuyo es el reino, La ciudad y los perros, La casa verde, Conversación en la catedral, La guerra del fin del mundo, Tres tristes tigres, La Habana para un infante difunto, El libro más triste del mundo, Hombres sin mujer, Dichosos los que lloran, María Virginia está de vacaciones, Harry Potter, El tambor de hojalata, Bomarzo, Matarile, Los pasos en la hierba, La guerra tuvo seis nombres, Las iníciales de la tierra, Condenados de condado, Un rey en el jardín, Viendo agonizar al barbo rosa, Celestino antes del alba, Doy gracias a Dios de ser ateo, Pasos de ciego, Agradecido como un perro, Para festejar el ascenso de Ícaro, El agua en el agua, No buscan reflejarse, Índole, Los que vivimos, Cien años de soledad, Pedro Paramo, El llano en llamas, Rayuela, Agosto del 44, El principito, Veinte mil leguas de viaje submarino, La vuelta al mundo en ochenta días, El perfume, El nombre de la rosa, El corredor de fondo, La caja negra, Crónicas maravillosas, Guillermo Tell, Las aventuras de Tom Sawyer, Huckleberry Finn, Pippi Calzaslargas, El libro de la selva, La tierra baldía, La historia interminable, Momo, El garrancho de Garabuya, Robinson Crusoe, Los viajes de Gulliver, Las mil y una noches, La isla del tesoro, La caja negra. Creo que casi todos los libros que he leído me han cambiado la vida. Sé que hay títulos que se me quedan en el olvido.
JCR. ¿Has tenido que esquivar la censura en tus escritos?
RV. ¿La censura? Me ha perseguido más en la vida que en mi literatura. Me han censurado cuando los libros ya están publicados, no antes. Aquí todos escribimos esquivando la censura en lo escrito.
JCR. ¿Hay algún género más eficaz para transcribir la realidad cubana?
RV. El periodismo en Cuba no se encarga de esas cosas, y lo ha tenido que asumir la literatura (el teatro, la poesía y la narrativa). Los códigos que usamos los escritores cubanos tornan un tanto difícil la lectura de la obra porque hay constantemente que ir descifrando claves, voces y discursos para evitar la censura.
JCR. ¿Crees que la cultura cubana tiene déficit de monografías, memorias históricas que den profundidad a esta cultura? ¿Cómo se puede suplir este vacío?
RV. Sí. Se suple publicando libros de monografías, memorias históricas que den profundidad a la cultura cubana. Conozco a autores con libros que no los han podido colocar en ninguna editorial y otros que los han tenido que publicar en el extranjero.
JCR. ¿Sin memoria histórica no hay imaginación?
RV. Los escritores cubanos hemos tenido que apelar a la memoria. Recurrir a testigos, escuchar a las personas en la calle, en las colas del pan, de las guaguas (ómnibus), a los viejos en los parques. Hay muchas cuestiones de la historia de Cuba que no están recogidas en ninguna parte. Sé que la imaginación del escritor siempre va a ir por encima de las carencias gráficas. Lo de la memoria histórica y la imaginación es relativo. Cuando el escritor cubano cuenta su realidad parece que está hablando del imaginario, porque las cosas que ocurren en Cuba son imposibles de imaginar si no las has vivido.
JCR. ¿Qué significado tiene para ti la ciudad donde has vivido la mayor parte de tu vida?
RV. Soy un ciudadano de Cuba. Digo esto porque he vivido en Vado del Yeso, La Habana, Guantánamo, Santiago de Cuba, Bayamo, Holguín, Santa Clara. Pueda que se me quede algún sitio. Viví 14 años en Holguín. Hace apenas tres meses me establecí en Santa Clara. La ciudad de Holguín y su gente fueron muy bondadosos conmigo. Ahora en la distancia, veo y siento la falta que me hacen familiares y amigos. En mi poesía están los parques de Holguín, sus lomas, su gente, todo. La familia y los amigos son la patria del poeta. Por eso soy capaz de dejarme matar. Ellos saben.
JCR. ¿Qué objetivo persiguen sus libros?
RV. ¿Mis libros? Que me lean. Una manera de disentir en solitario y luego hacerlo público. Testificar el tiempo vivido. Sentirme libre e intentar la libertad de expresarme. Denunciar. Ahí está mi novela Ángeles desamparados,Ediciones Bayamo, 2001, El Barco Ebrio, España, 2012 ( www.elbarcoebrio.com ). Una denuncia abierta a lo que fueron o son las becas en Cuba. Yo puedo decir que siendo un niño, estuve en un campo de concentración, y nadie podrá jamás convencerme de lo contrario. Ahí está la novela para que la lean como un testimonio. Quizás por eso soy como soy.
JCR. ¿A quién le dedicas mentalmente tus poemas?
RV. Mis poemas están dedicados a los lectores. A las mujeres que he amado. A la familia. Los amigos. A la patria. Las tiradas de mis libros no han pasado de mil ejemplares. No sé si me han leído. No sé si existo para mi país como poeta o como narrador. Les dedico mentalmente mis poemas a las personas que amo. Estoy convencido que la poesía sana y salva. Me considero un escritor inédito.
JCR. ¿Qué mensaje desea trasmitirle a los cubanos y a sus lectores este año?
RV. A los cubanos, donde quiera que se encuentren, Cuba es la patria. Cuba nos pertenece por igual a todos. En Cuba tienen todas las puertas abiertas. A mis lectores si es que existen me gustaría conocerlos, que en 2014 nos podamos sentar a beber un trago de ron, un buen café, un refresco o la palabra, sin miedos ni resquemores.
A los cubanos de aquí, y a los de allá, somos eso, cubanos, suficiente para amarnos, la puerta de mi cariño queda abierta en la paz y la tempestad, nunca duden en tocar en mi pecho.
[Tomado de NeoClub Press ]